Oñati tiene una larga y rica historia. Y también
bastante turbia. No sabemos cuando se creó, ya que no se formó, como es el caso
de algunos pueblos de alrededor, como consecuencia de un certificado de
creación otorgado por algún rey. Oñati fue una localidad de condes, empezando
por el señorío de los Gebara, donde La gente vivía atemorizada por los
impuestos eclesiásticos y civiles. Tenían poder para nombrar el abad de la
iglesia y el alcalde del pueblo y, además, se apoderaban de la virginidad de
las muchachas más bellas del pueblo.
Estos poderes feudales pasaron de los Vela a los
Guevara en la Edad Media, y de la mitad del siglo XV al XIX, condado de los
señoritos del mismo linaje. Esta situación social, no impedía a los habitantes
de este pueblo divertirse, ya que sabemos que
se divertían con guitarras y con
toros que se remonta en el s XVI, probablemente por la influencia de la
inmigración en esta época de extremeños. También en las fiestas euskaras y
florales, que tienen lugar desde el 27 al 30 de julio se realizaban
competiciones de aizkolaris, tiro al blanco y carreras, siempre con desafíos y
apuestas.
Un género de diversión para los jóvenes eran las
reuniones “bigira”, en las que con el fin de desgranar maíz, hilar o cualquier
tipo de trabajo cooperativo, se juntaban chicos y chicas con un mínimo de luz y
un máximo de licencia. Se han comparado estas expansiones rurales con las que
por el mismo tiempo tenían lugar en los palacios y las casas solariegas, los
“saraos”. Muy extendidos estaban los juegos de naipes, que se practicaban en
las tabernas públicas y en las casas. Esta actividad de azar que permitía
apuestas, no siempre estuvo bien vista,
en momentos delicados políticamente se vigilaban con lupa estas
actividades. Los carlistas prohibieron todo tipo de juego de cartas, incluso
los anteriormente tolerados, años 1837 y 1838.
En semana Santa se prohibía música y baile, por lo que
se jugaba a txirikillak, juego tradicional que se juega con dos palos, el
pequeño con dos puntas es golpeado con uno más grande, como si fuera un saque
de pelota. Hay que lanzarlo lo más lejos posible (con apuestas).
Aparecen los bolos en 1828, aunque se cree que muy
anterior a esta fecha ya se divertían con esta modalidad.
En 1845 Oñati se adhiere a Guipuzkoa dejando de lado
así el yugo del conde, que a pesar de todo, era la zona que más estaba
creciendo y de mayor importancia del Pais Vasco, debido a que en la comarca y
en los montes de Oñati había tierras adecuadas para ser utilizadas para la
agricultura, abundantes campos para el pastoreo y abundantes. Los bosques
adecuados para la construcción y para la fabricación del carbón. El carbón se
usaba en tres ferrerías y en docenas de herrerías, creando una importante
industria en el sector del hierro: aquí se hacían armas, sartenes y, sobre
todo, clavos. Además de las famosas fábricas de clavos, había en Oñati
cesterías, tejedoras, molineros y otros artesanos y oficios.
En este momento
tuvo alguna importancia el fenómeno de los balnearios, “rurales de pequeño
formato”; es decir, aquellas instalaciones ubicadas en caseríos, que
aprovechando un manantial próximo, instalaban en la casa dos o tres
habitaciones y las correspondientes bañeras y se daban de alta como “casas de
baños”. Tuvieron mucho éxito y siempre había clientes dispuestos a tomar las
aguas e incluso a pasar toda la temporada veraniega en estas instalaciones.
Esta moda procede de Donosti, donde los ricos de esta localidad pasaban mucho
tiempo, adquiriendo esta forma de diversión y relax en su vida diaria.
En 1808 aparecen las primeras industrias, con la
llegada de esta se crea una asociación deportiva llamada Txantxiku Txoko, en la
cual solo pasaron a formar parte de ella los más ricos de la localidad. El
nombre escogido para este club, viene a representar a los habitantes de esta
pequeña localidad, ya que el mote habitual de los oñatiarras es el de
txantxikus, es decir, «sapos». Ello parece provenir de diversas bromas que sus
vecinos les jugaban aludiendo a su relación con el Conde. Al parecer se les
aludía en una conseja según la cual debían de hacer acallar a los sapos cuando
el Conde dormía la siesta. También se hacía mofa de los oñatiarras relatando
que cuando los recibía el Conde alguien los engañaba haciéndoles pisar sólo las
baldosas de un color, es decir, haciéndoles andar a saltos. De ahí el
sobrenombre de «sapos». En la actualidad se usa como apelativo cariñoso.
Con la asociación "Txantxiku txoko" aparecen diferentes deportes:
La pelota que aparece antes del 1854, cuando se
jugaban partidos en las fachadas de las iglesias. En aquel entonces esas
fachadas eran consideradas frontones, en cada iglesia había un frontón, excepto
en Aránzazu, que por su gran tamaño había 2 frontones. Por lo tanto, la pelota
era considerada deporte del clero, y se celebraban partidos en forma de retos y
desafíos. En 1858-59 se construye al aire libre el primer frontón de pelota
para facilitar la práctica a los practicantes.
El ciclismo surge como medio de transporte para ir a trabajar, ya que, debido a que la mayoría de trabajadores realizaban su profesión en los pueblos de los alrededores, como por ejemplo, en Mondragón y por la tardanza del surgimiento del ferrocarril, la bicicleta era el único método que los “txantxikus” tenían para desplazarse hasta sus trabajos.
El primer ciclista local que utilizo la bicicleta como
práctica deportiva fue Juan Arabaolaza, que ya practicaba este deporte desde
antes de 1920 por su propia cuenta. En los años 40 y 50 Oñati se convirtió en
todo un referente de la especialidad de ciclocrós.
La espeleología aparece años más tarde en
1871, varias personas se reunían e iban explorando diferentes cuevas.
El 30 de septiembre de 1923 se inaugura el
ferrocarril, en este mismo año aparece el primer equipo de fútbol de Oñate, era
un grupo de jóvenes que se juntaban en una campa más o menos llana para jugar
partidos entre ellos.
En esta asociación también formaron parte las peleas
de boxeo.
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